Gerlinde Kaltenbrunner

Pionera

Dirección: Julian Hoß

Canal: NACONA

Año: 2017 | Duración: 03:17

Video+alpinismo

Nacida en 1970, en Kirchdorf en Krems, en el corazón de Austria, Gerlinde Kaltenbrunner se embarcó en un viaje que trascendió los límites convencionales, conquistando retos que alcanzaron cotas sin precedentes. A los veintitrés años, se plantó a los pies de su primer gigante de 8.000 metros, el Broad Peak, en Pakistán. El encanto de la cima la cautivó y marcó el inicio de una saga que redefiniría los límites de los logros humanos.

Su interés por el alpinismo nació cuando era muy joven y fue creciendo desde entonces. Su entrada en el mundo del alpinismo fue iniciada por el párroco local quien llevaba a Gerlinde a todo tipo de excursiones de escalada, empezando por las que rodeaban su pueblo natal, después de misa cada domingo. Con el paso de los años, no perdía ocasión de practicar el alpinismo mostrando unas aptitudes innatas desde el primer momento y la idea de hollar una cima de 8.000 metros pronto comenzó a rondar su cabeza.

Su sueño quedó cumplido a los 23 años al ascender la cumbre secundaria del Broad Peak, en Pakistán, a 8.035 metros de altitud. Desde entonces, las cimas más altas del planeta no hacían más que sobrevolar incesantemente su imaginación. Tras conquistar el Nanga Parbat en 2003, su quinto ochomil, decidió convertirse en alpinista profesional. Cuando alcanzó la cumbre del K2 en 2011, una montaña que se le resistía y que había intentado hasta en seis ocasiones, Gerlinde se encontraba en la cima de su carrera: Había escalado los 14 ochomiles, siendo la primera mujer que lo hacía sin utilizar oxígeno artificial y sin la ayuda de sherpas de altura.

“He tenido muchos buenos momentos en la montaña, pero he de decir que el más impresionante fue cuando alcancé la cumbre del K2. Ese momento está grabado a fuego en mi memoria. Tras tantos intentos y reveses, conseguirlo finalmente fue algo excepcional. Ver el Nanga Parbat a lo lejos envuelto en la más mágica de las luces vespertinas, el silencio más absoluto, sola ante la inmensidad, pero a la vez tan cerca de todo lo que me rodeaba… puedo recordarlo como si fuese ayer, lo tengo dentro aún”.

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Gerlinde Kaltenbrunner

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Dirección: Julian Hoß

Canal: NACONA

Año: 2017 | Duración: 03:17

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Nacida en 1970, en Kirchdorf en Krems, en el corazón de Austria, Gerlinde Kaltenbrunner se embarcó en un viaje que trascendió los límites convencionales, conquistando retos que alcanzaron cotas sin precedentes. A los veintitrés años, se plantó a los pies de su primer gigante de 8.000 metros, el Broad Peak, en Pakistán. El encanto de la cima la cautivó y marcó el inicio de una saga que redefiniría los límites de los logros humanos.

Su interés por el alpinismo nació cuando era muy joven y fue creciendo desde entonces. Su entrada en el mundo del alpinismo fue iniciada por el párroco local quien llevaba a Gerlinde a todo tipo de excursiones de escalada, empezando por las que rodeaban su pueblo natal, después de misa cada domingo. Con el paso de los años, no perdía ocasión de practicar el alpinismo mostrando unas aptitudes innatas desde el primer momento y la idea de hollar una cima de 8.000 metros pronto comenzó a rondar su cabeza.

Su sueño quedó cumplido a los 23 años al ascender la cumbre secundaria del Broad Peak, en Pakistán, a 8.035 metros de altitud. Desde entonces, las cimas más altas del planeta no hacían más que sobrevolar incesantemente su imaginación. Tras conquistar el Nanga Parbat en 2003, su quinto ochomil, decidió convertirse en alpinista profesional. Cuando alcanzó la cumbre del K2 en 2011, una montaña que se le resistía y que había intentado hasta en seis ocasiones, Gerlinde se encontraba en la cima de su carrera: Había escalado los 14 ochomiles, siendo la primera mujer que lo hacía sin utilizar oxígeno artificial y sin la ayuda de sherpas de altura.

“He tenido muchos buenos momentos en la montaña, pero he de decir que el más impresionante fue cuando alcancé la cumbre del K2. Ese momento está grabado a fuego en mi memoria. Tras tantos intentos y reveses, conseguirlo finalmente fue algo excepcional. Ver el Nanga Parbat a lo lejos envuelto en la más mágica de las luces vespertinas, el silencio más absoluto, sola ante la inmensidad, pero a la vez tan cerca de todo lo que me rodeaba… puedo recordarlo como si fuese ayer, lo tengo dentro aún”.

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